28.10.07

Paraula de no-nacionalista: Manuel Castells


Gran es la admiració que sento per En Manuel Castells.

"Adam Smith va explicar com funcionava el capitalisme i Marx va explicar per què no funcionava. Ara les relacions socials i econòmiques de l'era de la informació han estat exposades per Manuel Castells". The Wall Street Journal (Nova York)"

Sociòleg de formació, procliu a tesis marxistes/llibertaries, educat a França i professor desprès a UCBerkeley, va fer una obra gegantina a "The Information Age", que si ho busqueu algú ha qualificat com l'obra fundamental a l'alçada de Marx o Weber. D'origen no català, establert durant dècades fora de Catalunya i arribat a Barcelona al voltant del 2000 per a dirigir la UOC, dir d'ell que és nacionalista, fora no ja una afirmació completament fal·laç sinó totalment estúpida. Escolteu el que diu a LV_20071027. (la negreta es meva):

Eduard


Lejanías de Renfe
Manuel Castells

Nuestra democracia, la española y la mundial, está enferma. Según los datos de las encuestas de las Naciones Unidas, de Gallup, del Eurobarómetro, del Latinobarómetro y otras entidades, en torno a dos tercios de los ciudadanos del mundo no creen que sus gobiernos los representan. El porcentaje en la Unión Europea es en torno al 60% y los datos en España y Catalunya son similares. Los políticos y los partidos políticos están en los niveles más bajos de respeto y prestigio en relación con cualquier otra institución, y éste es el caso también en España y Catalunya. Hay múltiples teorías que intentan explicar la grave crisis de confianza democrática que corroe nuestras instituciones. Porque demagogos parafascistas no faltan y pueden aprovechar el descontento creciente en la ciudadanía, aprovechándose de incidentes coyunturales. Pero a veces no hacen falta grandes teorías para entender el problema sino sentido común. Fundamentalmente los gobiernos se mantienen alejados del ciudadano mientras no tengan problemas para conservar el poder. Porque piensan que la gente no sabe, que el problema es técnico y complejo y que ya lo arreglaremos cuando toque y entonces ya se darán cuenta. Y cuando las cosas van mal, en lugar de ganarse el sueldo gobernando, descargan su responsabilidad en los técnicos y contratistas a su servicio.

Por eso el problema de las cercanías de Renfe en Catalunya y la catastrófica gestión de las obras del AVE no es un problema técnico, ni siquiera político, sino institucional. Porque pretender imponer por ordeno y mando la incompetencia es un reflejo del pasado autoritario de España. No voy a entrar en los aspectos técnicos concretos de cada incidente, porque se han publicado mil veces sin que nadie en condición de hacer algo haya hecho nada efectivo. Pero hay tantos, tantos incidentes, que la casuística no es de recibo. El tema es más profundo. Se puede hacer cualquier desaguisado sin que pase nada, excepto que los ciudadanos sufran y se enfaden, y se tengan que tragar la bilis de su enfado. Y que empiecen a pensar que el hecho de ser catalanes implica sufrimiento cuando están en manos de una empresa nacional. O sea, de la otra nación que los mira con desconfianza.

Si hay un agente provocador para exacerbar el nacionalismo radical catalán tiene que ser la inefable ministra Magdalena Álvarez o un agente a su servicio. Basta ya. Bajo su reinado ha habido continuos fallos de gestión en el aeropuerto, en el suministro eléctrico, en las cercanías de Renfe, en las obras del AVE y en muchas otras cuestiones básicas para la vida de los ciudadanos de Catalunya que han dependido, exceptuando el apagón de Barcelona, del ministerio fomentado por una incompetente que es ministra por cuoteo político.

Yo que no me alineo con nadie, excepto contra el fascismo y sus reencarnaciones, pienso que Rodríguez Zapatero es un político nuevo, ético, progresista, con un sentido realista de la España realmente existente y por tanto cuidadoso con los demonios que nos han aterrado durante siglos. Hace lo que puede en el contexto en el que está. Pero la prudencia histórica no excusa la incompetencia con las cercanías de la Renfe. Si la gente no puede contar con su tren, despida a la responsable del asunto, como haría cualquier empresa seria con quien hace tales desaguisados repetidamente. Porque ella no va a dimitir, se apalanca en el sillón como puede sin ninguna dignidad. Yson estas formas de gobierno, este desprecio al ciudadano lo que va configurando el desánimo y la desconfianza en las mentes de la gente. Más aún: la incapacidad de gestión de temas básicos como la infraestructura tiene consecuencias serias para la productividad y la competitividad de la economía.

La gestión de las infraestructuras de un país no puede depender del politiqueo. Si no cambiamos de estilo, seremos el país subdesarrollado de siempre en lo concreto, por mucho que saquemos pecho con un crecimiento económico sin productividad aprovechando el turismo, la construcción especulativa, el blanqueo de dinero y el maná de la inmigración. Desde luego, la transferencia de competencias a la Generalitat no es una garantía de gestión modélica, como demuestra el Carmel y otros muchos incidentes. Pero ya se ocupará la sociedad catalana de poner en cintura a sus políticos, porque los mecanismos de control cercano (que son sociales y no sólo electorales) son más efectivos que las súplicas elevadas a los despachos de Madrid.

Por eso, si la mega-Renfe no funciona, descentralicen rápidamente las competencias, porque el imperio (muy agostado) no debiera sufrir excesivamente porque la gente que tiene que llegar a su trabajo pueda controlar su transporte y no tenga que soportar a revisores racistas. Catalunya es mayor de edad, déjenle gestionar las cuestiones básicas de la vida, guárdense las esencias patrias (incluidas las fuerzas armadas y la fiesta de la raza) y vivamos todos en paz.

Porque el nacionalismo moderno no es cuestión de banderas sino de gestionar la vida. Y una de dos, o España, la madre patria, puede cuidar de todos sus vástagos en condiciones de igualdad y sin agravios ideológicos y desconfianza política, o nos dejan la autogestión de lo cotidiano. Ysi es necesario pondremos la bandera roja y gualda de la monarquía en las locomotoras de los trenes. A condición de que funcionen, porque si no funcionaran sería una afrenta a la Corona que tal vez el juez Grande Marlaska podría sancionar. En serio, mi respetado presidente Zapatero: si no pone orden en su gallinero político de ministros incompetentes y sus derivados en Aena y demás burocracias centralistas, le será complicado pedirles el voto a los catalanes para reelegirlo en la Moncloa por mucho que queramos al president Montilla. Y desde mi punto de vista personal, sería una lastima para el país. Los Estatutos son letra muerta si no viven en el día a día.

Font original

www.HistoCat.cat

2 Comments:

Anonymous Anònim said...

S'erra! S'erren tots aquells que no tenen una visió teològica del món.

10:58 a. m.  
Anonymous Anònim said...

Pues a mi no me parece tampoco que el texto deje claro que no es nacionalista.

1:13 p. m.  

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